lunes, 10 de agosto de 2009

La Asamblea Ciudadana Juarense

Cuando los acontecimientos anómicos rebasan la cotidianidad para, irónicamente, convertirse en cotidianos, es momento de reflexionar, tomar conocimiento de lo que está sucediendo y buscar soluciones a las crisis actuales y por venir. Los actuales tiempos violentos de Ciudad Juárez se están convirtiendo poco a poco en algo cotidiano, el miedo en enojo y la crisis económica en caldo de cultivo para la proliferación de la violencia; el Estado está rebasado desde hace tiempo, sólo que hoy vemos en plenitud el grado de su descomposición. En este contexto nace la Asamblea Ciudadana Juarense (ACJ).

Carlos Murillo G.


El asesinato del doctor Manuel Arroyo Galván, sociólogo investigador de la UACJ, a finales de mayo, fue un detonador para la conformación de dicha asamblea; la iniciativa universitaria por encontrar justicia para Manuel, Gerardo González Guerrero y Alejandro Irigoyen, además de la aparición de Lidia Ramos Mancha y Mónica Alanís Esparza, todos y todas universitarios, desemboca en una convocatoria más amplia que alcanza a otros actores sociales de la ciudad, además de la comunidad universitaria.

Desde junio y a partir de la marcha “Todos somos Manuel”, se crea la ACJ sosteniendo reuniones de trabajo, comisiones, eventos político-culturales y obviamente asambleas. No hay un establecimiento fijo, cualquier parque o espacio público es bueno para llevar a cabo las asambleas; tampoco hay requisito de entrada: todas y todos son bienvenidos, tienen voz y voto y sobre todo, tareas a realizar; cada quien participa como puede en la medida de su tiempo, economía e imaginación. Desde entonces, se ha volanteado por la ciudad, organizado eventos en el Centro Histórico y el suroriente; escuchado y recogido opiniones y denuncias de muchas personas víctimas de la violencia, así como apoyado tareas de otras organizaciones y frentes a fines.

Sin embargo la violencia no cesa y otras muertes, como la de Géminis Ochoa, líder de las y los vendedores ambulantes del centro, nos deja muy claro que persiste la criminalización de las luchas sociales, las cuales no son bien vistas por el Estado. Otros compañeros como Cipriana Jurado y La Kasa de Kultura, han sido hostigados en el pasado reciente (2008) por supuestos agentes federales. Otros asesinatos como el de Armando Villarreal Marta (2008) Benjamín Le Barón y Luis Whitman (2009) en el noroeste del estado, tampoco esclarecidos, nos avisan de la peligrosidad de estar en medio de una verdadera guerra donde simplemente como ciudadanos(as) no se tiene garantía de ningún tipo por parte del Estado.

Más alarmante aún es el letargo de la gran mayoría de ciudadanos y ciudadanas viviendo en la enajenación económica, educativa y de salud; en el desempleo, preocupados(as) por no perder el trabajo o encontrar uno, estresados(as) por la inseguridad pública. Pero también enfermos(as) física y psicológicamente por la enajenación cultural-política: televisión, alcohol, internet, comida chatarra y fútbol. Esta forma de despolitización tiene un ingrediente fatal en la renuncia ciudadana a asumir cualquier tipo de responsabilidad que tenga que ver con la esfera pública, el resultado es la enajenación individualista-egoísta: mi vida es mi vida y que se jodan los demás mientras a mí no me afecte, porque además, este tipo de no acción es ideal para mantener a una sociedad dividida, débil y a modo para el Estado.

No estamos muy lejos del trato que desde siempre se la ha dado hasta el presente al indígena, el verdadero dueño de la tierra que pisamos, sólo que ahora no es el sistema de castas el que rige, sino el de clase social: para las élites todo para la sociedad las sobras. Este tipo de comportamiento político va a continuar si la sociedad y la ciudadanía se siguen manteniendo al margen de la política, dejándose abusar y quejándose inútilmente de su suerte. No se trata de hacerse igual que los políticos ni de rechazar por obvias razones su conducta, sino de hacer uso del poder que como sociedad y ciudadanía se tiene: el poder de mantener o cambiar la forma de organización social que más nos convenga.

La ACJ está todavía en un proceso embrionario, sus alcances son limitados, pero espera tener respaldo y ser inspiración para otros movimientos de la sociedad, así como de seguir visitando y conociendo la realidad particular de los distintos lugares de la ciudad, donde el reflejo de la violencia hace posible empatar sentimientos de malestar, miedo, enojo y tristeza, pero también de justicia, paz, libertad, equidad e igualdad. El trabajo es arduo, hay que aprender a expresarse y escuchar; a discutir y llegar a acuerdos, a exigir y dar; en otras palabras, por las mismas condiciones de alienación que por décadas hemos sufrido como sociedad, actualmente es un verdadero reto socializar: intentamos generar y recuperar la confianza en el otro; recuperar la sensatez y dominar el miedo; ser empáticos y congruente, imaginativos y creativos.

Las asambleas son una forma de organización y participación sociológica para alcanzar un fin, pero también para reforzar los lazos de solidaridad y convivencia. Se utiliza en la religión, la ciencia, la economía y la política, pero también tiene uso en la familia, con las amistades, la escuela y la milicia. Procura el consenso o en su defecto, la democracia; se trata de una combinación de igualdad y libertad en términos de equidad para cada uno de sus participantes. Están cordialmente invitados a sumarse a la ACJ en contra de la militarización, a formar nuevas asambleas o bien a solicitarnos asesoría gratuita para tales fines, visítenos en: http://noalamilitarizacion.blogspot.com

Carlos Murillo González

carmugo@hotmail.com

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